CHE, EL ARGENTINO: Lecciones de guerrilla fílmica...


...
El sábado, día infame para los que aún nos atrevemos a meternos a alguna sala de cine porque ya se sabe que acuden parejitas donde él explica a ella —fingiendo una bobería coqueta para que él sea su Cahiers Du Cinema—, familias con niños que preguntan cosas que ni los papás entienden, adolescentes que no saben que hacer con su eterno tiempo libre y adultos mayores que mascan como ardillas, es mala elección. CineForo de la Universidad de Guadalajara —una Ciudad, si estás leyendo este blog y no eres mexicano que se ufana en ser la segunda más importante de este país, y la primera en doble moral. No nos gana ni el Vaticano, lo aseguro— programó —y sí, también hubo adultos mayores mascando nueces— el pasado sábado con casi 9 meses de retraso la aventura fílmica del grandilocuente cineasta Steven Sodembergh y el inmutable Benicio del Toro tras la huella del Che Guevara.
...
En "Che, El Argentino" con un apreciable metraje de dos horas y 10 minutos, más la segunda parte que se llama "Che, Guerrilla" —que ronda también por más de las dos horas— resulta que el cineasta que se pone a filmar a los tipos más guapos del planeta, vueltos ladrones en las Vegas —remember Ocean's 11, 12...—, se trastoca y filma exactamente lo opuesto: la miseria y los vapores que aspiraron una pandilla de idealistas para salir de México a finales de los 50 a liberar su isla de la dictadura de Batista. Todos barbudos, sudorosos y entrones, que si se los encuentra Brad Pitt o George Clonney los ponen a lavar sus autos último modelos.
...
Aunque, hay que decirlo, el imperturbable Benicio —que ya se ha embolsado el premio de Cannes y el Goya español por "mejor actor"— tiene un idealismo tortuoso que lo acerca a los desvaríos cleptómanos de Danny Ocean, éste Che Guevara SI existió —no es un invento de un diseñador para vender postales y camisetas— y el actor lo muestra con un poderío que llena la pantalla de manera magistral, sobre todo porque pocas, muy, muy pocas veces —exceptuando al Jesucristo ojiverde de Franco Zeffirelli, película que me hacían ver todas las Semanas Santas en mi natal Morelia porque todo lo demás de la tele estaba prohibido, según mis tías mochas que se vestían de luto los viernes santos— un personaje histórico es tan creíble en la pantalla grande y te olvidas del actor y juras que estas viendo un documental. Que no es un halago, porque para muchos los documentales son aburridos.
...
Mención honorífica al Demián Bichir como el hiperactivo Fidel Castro que casi se almuerza la película con las pocas apariciones que tiene: es un tipo alebrestado, líder mefistofélico, acento sin mácula de cubano intoxicado de ideales que hace que olvidemos que ese actor, con pelo decolorado, traía un chango como amigo en aquella infumable cinta noventera de "Sexo, Pudor y Lágrimas". Aquí si que me quito el sombrero. El otro Bichir, el Bruno, solo le alcanzó para salir de extra número 9, cosito: él si sigue en su eterno papel del hermano menor Bichir. Lo bueno es que ni quien lo pele en su escena.
...
El "final" es una escena que muchos políticos de este país no entenderán: de hecho, casi 3/4 de metraje les pasará de noche. Para ellos sí, el Che es sólo el logo de una época que se imprime para venderse en marchas de oposiciones desorganizadas o chavos de prepa con ínfulas de moral política. Para Sodembergh, Benicio, Bichir, Rodrigo Santoro —que hace de Raúl Castro, ¿se imagina al Xerxes de "300" del viejito que ahora dirige Cuba, muy perturbador—, Catalina Sandino —la chava de "María Llena Eres de Gracia" que aquí hace de la infaltable Aleida— y un genial Santiago Cabrera —venezolano telenovelero— haciendo un soberbio Camilo Cienfuegos el cine sí es un instrumento poderoso de la política y el Che es un ser vivo, aún, que merece ser glorificado como un hombre con ideales que luchó, como pocos, por los pobres.
...
Pregúntele eso al Gobernador o al Cardenal de cualquier estado de la República sobre ese núcleo social: sólo les sirven, responderán, para llenar basílicas o ganar votos. Nada más.